Edulcorantes actuales: balance de riesgos y beneficios en 2025
Introducción
El consumo de edulcorantes, tanto artificiales como naturales, se ha multiplicado en las últimas dos décadas. Cada vez más personas buscan alternativas al azúcar de mesa, impulsadas por la creciente prevalencia de la obesidad, la diabetes tipo 2 y otras enfermedades metabólicas relacionadas con la ingesta excesiva de azúcares libres. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2024), más del 70 % de los productos procesados en supermercados contienen algún tipo de edulcorante añadido.
El debate sobre sus efectos en la salud se mantiene abierto. Mientras que organismos como la EFSA (Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria) y la FDA (Food and Drug Administration) los consideran seguros en las dosis permitidas, estudios recientes han generado interrogantes sobre su impacto en la microbiota intestinal, el metabolismo y la salud cardiovascular. En 2025, disponemos de evidencia más sólida, aunque aún incompleta, que permite realizar un balance más actualizado de riesgos y beneficios.
Clasificación de los edulcorantes
Los edulcorantes no son todos iguales; se dividen en varias categorías con características y efectos diferenciados:
- Edulcorantes artificiales de alta intensidad
- Aspartamo: 200 veces más dulce que el azúcar. Ampliamente utilizado en gaseosas light.
- Sucralosa: hasta 600 veces más dulce. Estable al calor, por lo que se emplea en repostería.
- Acesulfame-K y sacarina: entre los más antiguos; mantienen su uso en productos bajos en calorías.
- Edulcorantes naturales de alta intensidad
- Stevia: derivada de la planta Stevia rebaudiana. Aporta dulzor sin calorías y con cierto perfil antioxidante.
- Fruta del monje (monk fruit, mogrosido V): cada vez más popular en América y Europa. Su dulzor proviene de compuestos naturales no calóricos.
- Polioles o alcoholes de azúcar
- Xilitol, sorbitol, maltitol, eritritol.
- Aportan menos calorías que el azúcar y son utilizados en productos “sin azúcar”, especialmente chicles y golosinas.
Beneficios reconocidos
1. Control del peso y reducción de calorías
Diversos metaanálisis (Rogers et al., International Journal of Obesity, 2023) confirman que el reemplazo parcial del azúcar por edulcorantes puede favorecer una reducción calórica total, ayudando a la pérdida o mantenimiento del peso corporal en contextos de sobrepeso y obesidad. Aunque no son una “solución mágica”, su uso estratégico en bebidas y postres puede marcar diferencias.
2. Prevención de caries
El xilitol, por ejemplo, se asocia a una reducción de la incidencia de caries dental al inhibir el crecimiento de Streptococcus mutans, una de las bacterias responsables de la desmineralización dental. Por ello, es habitual en chicles y enjuagues bucales.
3. Control glucémico en diabetes
Varios edulcorantes no elevan la glucemia ni la insulina, lo que los convierte en una opción segura para personas con diabetes. La Asociación Americana de Diabetes (ADA, 2024) reconoce que, usados con moderación, pueden formar parte de un plan alimentario saludable.
4. Respuesta a la demanda del consumidor
La industria alimentaria ha logrado diversificar su oferta de productos “light” o “cero” gracias a los edulcorantes. Esto da a los consumidores más opciones para moderar su ingesta calórica sin renunciar al sabor dulce.
Riesgos y controversias
1. Alteraciones en la microbiota intestinal
Estudios recientes en modelos animales y humanos (Suez et al., Cell, 2023) sugieren que algunos edulcorantes artificiales como la sucralosa o la sacarina podrían modificar la composición bacteriana intestinal, lo que a largo plazo podría tener implicancias en el metabolismo energético y la resistencia a la insulina.
2. Riesgo cardiovascular
Una investigación publicada en el Nature Medicine (2023) vinculó el consumo elevado de eritritol con mayor riesgo de eventos trombóticos. Aunque los resultados son preliminares y requieren más estudios, despertaron preocupación en la comunidad científica y llevaron a algunas agencias a revisar las recomendaciones.
3. Impacto en la conducta alimentaria
Existe evidencia de que el consumo habitual de edulcorantes puede reforzar la preferencia por lo dulce. Esto podría generar una compensación inconsciente: al creer que se está “ahorrando calorías”, se tiende a comer más, anulando el efecto positivo esperado.
4. Efectos gastrointestinales
Los polioles como el sorbitol o maltitol pueden provocar flatulencia, distensión abdominal y diarrea en dosis moderadas o altas, debido a su fermentación parcial en el intestino grueso. Esto llevó a la Unión Europea a obligar a etiquetar los productos que contienen más de 10 % de polioles con la advertencia: “puede tener efectos laxantes”.
Regulaciones y recomendaciones en 2025
- EFSA (2024): mantiene al aspartamo, sucralosa y acesulfame-K en la lista de seguros, con dosis diarias admisibles (DDA) actualizadas. Para el aspartamo, por ejemplo, la DDA se estableció en 40 mg/kg de peso corporal.
- FDA (2024): considera seguros siete edulcorantes no nutritivos aprobados, siempre que se usen en los niveles recomendados.
- OMS (2023): emitió una guía más restrictiva, aconsejando no recomendar edulcorantes no nutritivos como estrategia a largo plazo para controlar el peso o reducir el riesgo de enfermedades no transmisibles.
Recomendaciones prácticas para el consumidor
- Moderación ante todo: los edulcorantes son herramientas útiles, pero no deben convertirse en un pilar de la dieta.
- Elegir fuentes naturales cuando sea posible: stevia y fruta del monje presentan un perfil más favorable.
- No recomendados para niños pequeños: su consumo temprano puede reforzar el gusto por lo dulce y dificultar la adopción de hábitos saludables.
- Cuidado en personas con problemas digestivos: los polioles deben consumirse con precaución en quienes presentan síndrome de intestino irritable.
- Contextualizar en un plan de vida saludable: la clave no está en “qué edulcorante elegir” sino en mantener una dieta equilibrada, rica en frutas, verduras, proteínas magras y fibra.
Conclusión
En 2025, los edulcorantes siguen siendo una alternativa válida al azúcar, con beneficios claros en la reducción de calorías, el control glucémico y la salud dental. Sin embargo, su consumo no está libre de riesgos potenciales, sobre todo en lo que respecta a microbiota intestinal, conducta alimentaria y posibles efectos cardiovasculares.
El mensaje más prudente para la población es no abusar de ellos y usarlos como una estrategia puntual, no como un reemplazo constante del azúcar. La mejor receta para la salud sigue siendo reducir el consumo de dulces en general, favorecer los alimentos frescos y mantener un estilo de vida activo.