ENTRENAMIENTO

Recuperación activa vs pasiva: cuándo elegir cada una

Introducción

La recuperación es un componente esencial dentro de cualquier programa de entrenamiento, tanto en deportistas de alto rendimiento como en personas que realizan actividad física recreativa. Muchas veces el foco se coloca exclusivamente en la carga de trabajo, pero el verdadero progreso ocurre durante los procesos de descanso y adaptación. Existen dos modalidades principales: recuperación activa y recuperación pasiva. Elegir adecuadamente cada una puede marcar la diferencia en el rendimiento, la prevención de lesiones y la adherencia al entrenamiento.

¿Qué es la recuperación activa?

La recuperación activa se define como el uso de movimientos de baja intensidad después de un esfuerzo físico intenso. Su objetivo es mantener la circulación sanguínea y favorecer la eliminación de metabolitos como el lactato, además de disminuir la rigidez muscular.

Ejemplos de recuperación activa:

  • Caminata ligera tras un entrenamiento de intervalos.
  • Sesiones de movilidad articular y estiramientos dinámicos.
  • Rodaje suave en bicicleta el día posterior a una competencia.
  • Actividades acuáticas de baja intensidad (natación recreativa, hidroterapia).

Beneficios principales:

  1. Favorece la oxigenación de los tejidos.
  2. Acelera la eliminación de productos metabólicos acumulados.
  3. Reduce la percepción de fatiga.
  4. Mantiene la activación neuromuscular sin añadir estrés excesivo.

¿Qué es la recuperación pasiva?

La recuperación pasiva se basa en la inactividad física relativa, es decir, descanso completo o actividades que no demanden esfuerzo significativo. El objetivo es permitir que el organismo utilice toda su energía en los procesos de reparación muscular, hormonal y neurológica.

Ejemplos de recuperación pasiva:

  • Dormir (la herramienta más poderosa de recuperación).
  • Siestas breves tras entrenamientos demandantes.
  • Técnicas de relajación (meditación, respiración profunda).
  • Crioterapia, masajes o baños de contraste.

Beneficios principales:

  1. Permite la regeneración muscular y tisular.
  2. Favorece el equilibrio hormonal.
  3. Mejora la consolidación de aprendizajes motores.
  4. Disminuye el riesgo de sobreentrenamiento.

¿Cuándo elegir recuperación activa?

  • Después de entrenamientos de alta intensidad pero corta duración, como sprints o intervalos.
  • En fases de acumulación de volumen, donde el cuerpo necesita mantenerse activo sin añadir más carga.
  • Cuando hay rigidez muscular, ya que el movimiento suave ayuda a reducirla.
  • En deportes con calendario competitivo intenso, para acelerar la disponibilidad física entre partidos o pruebas.

¿Cuándo elegir recuperación pasiva?

  • Tras sesiones extremadamente demandantes (maratón, triatlón, partidos prolongados).
  • En presencia de microlesiones o fatiga excesiva.
  • En fases de tapering o puesta a punto antes de una competencia, donde se prioriza la frescura.
  • Cuando la persona presenta estrés elevado: el descanso total ayuda a reducir la carga global.

Factores a considerar en la elección

  1. Nivel del deportista: principiantes suelen requerir más descanso pasivo, mientras que atletas avanzados se benefician de la recuperación activa.
  2. Edad: con el paso de los años, los tiempos de recuperación pasiva aumentan.
  3. Tipo de deporte: disciplinas de resistencia prolongada demandan más días de descanso pasivo que deportes de fuerza o potencia.
  4. Calendario competitivo: en periodos de competencias continuas se utiliza más la recuperación activa.
  5. Estado de salud: lesiones, patologías crónicas o falta de sueño inclinan la balanza hacia la recuperación pasiva.

Estrategias combinadas

En la práctica, la mayoría de los programas utilizan una combinación de ambas modalidades. Por ejemplo, un maratonista puede hacer bicicleta ligera al día siguiente de una carrera (recuperación activa) y luego priorizar el descanso total en los días siguientes (recuperación pasiva).

Recomendaciones prácticas

  • Dormir entre 7 y 9 horas diarias como base innegociable.
  • Incorporar 1 a 2 días de descanso pasivo a la semana, dependiendo del nivel de entrenamiento.
  • Usar la recuperación activa tras sesiones de fuerza o intervalos, con una duración de 15 a 30 minutos.
  • Prestar atención a la percepción subjetiva de esfuerzo (RPE) para ajustar las estrategias.
  • Incluir actividades recreativas de baja carga como caminatas, yoga o movilidad.

Conclusión

La recuperación no debe considerarse tiempo perdido, sino un proceso esencial del rendimiento. La clave está en identificar las necesidades individuales y adaptar la proporción entre recuperación activa y pasiva según la intensidad del entrenamiento, el nivel del deportista y las demandas del calendario. Una adecuada gestión del descanso permite optimizar la adaptación fisiológica, prevenir lesiones y mejorar el rendimiento a largo plazo.

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