Primeros auxilios — Manejo inicial de un esguince de tobillo
Introducción
Los esguinces de tobillo son una de las lesiones más frecuentes tanto en deportistas como en la población general. Se producen por una torsión brusca que sobrepasa la capacidad elástica de los ligamentos, generalmente durante una caída, un salto o un movimiento imprevisto sobre una superficie irregular. Aunque muchas veces se los considera “menores”, su manejo incorrecto puede generar dolor persistente, inestabilidad y riesgo de recaídas.
Este artículo presenta una guía práctica y actualizada sobre cómo identificar, actuar y recuperar un esguince de tobillo desde la perspectiva de los primeros auxilios deportivos y la fisioterapia preventiva.
Qué es exactamente un esguince
El tobillo es una articulación compleja formada por la tibia, el peroné y el astrágalo, estabilizada por varios ligamentos. Cuando el pie gira hacia adentro (inversión), se lesionan sobre todo los ligamentos laterales externos. En casos más raros, la torsión hacia afuera (eversión) afecta los ligamentos internos o deltoideos.
Los grados de lesión se clasifican según la extensión del daño:
- Grado I: estiramiento leve de las fibras. Dolor leve, mínima inflamación, sin pérdida de estabilidad.
- Grado II: ruptura parcial del ligamento. Dolor moderado, hematoma y dificultad para caminar.
- Grado III: ruptura completa. Dolor agudo, gran hinchazón e inestabilidad manifiesta.
Saber distinguir estos grados ayuda a decidir si basta con medidas domésticas o si se necesita atención médica urgente.
Evaluación inicial: reconocer los signos
Los primeros minutos tras la lesión son clave. Los signos más habituales son:
- Dolor agudo al mover o apoyar el pie.
- Inflamación visible y calor local.
- Hematoma que puede aparecer a las pocas horas.
- Dificultad o imposibilidad para caminar.
Una regla útil es la Ottawa Ankle Rules: si el dolor se localiza en los bordes óseos del peroné o del maléolo interno, o si la persona no puede dar cuatro pasos seguidos, conviene solicitar una radiografía para descartar fractura (Bachmann et al., 2003).
Actuación inmediata — Método RICE
El protocolo RICE (Rest–Ice–Compression–Elevation) sigue siendo el pilar del manejo inicial:
- Reposo (Rest): detener la actividad y no forzar el apoyo del pie. Si es necesario, usar bastones o inmovilizar con una férula provisoria.
- Hielo (Ice): aplicar frío durante 15–20 minutos cada hora en las primeras 24 h. El hielo reduce el flujo sanguíneo y la inflamación, pero siempre debe colocarse envuelto en un paño, nunca directamente sobre la piel.
- Compresión (Compression): envolver el tobillo con una venda elástica desde los dedos hacia la pantorrilla, sin apretar demasiado. Esto limita el edema y favorece la estabilidad.
- Elevación (Elevation): mantener el miembro lesionado elevado por encima del nivel del corazón el mayor tiempo posible.
Algunos autores agregan una P de Protection, conformando el método PRICE, que incluye proteger la zona de nuevas torceduras.
Qué no hacer
- No aplicar calor en las primeras 48 h.
- No realizar masajes profundos ni “acomodar” el tobillo.
- No intentar caminar si hay dolor intenso o inestabilidad.
- No ignorar el dolor: forzar el apoyo puede agravar el daño.
Cuándo acudir al médico
Debe consultarse de inmediato si:
- Se sospecha fractura (deformidad visible o imposibilidad total de apoyo).
- Hay dolor intenso que no mejora con hielo ni reposo.
- La inflamación o el hematoma aumentan rápidamente.
- Se han sufrido esguinces previos en el mismo tobillo.
El profesional podrá indicar radiografía o ecografía y, en casos graves, una resonancia magnética.
Rehabilitación y ejercicios progresivos
La recuperación no termina cuando baja la hinchazón. Una mala rehabilitación puede provocar inestabilidad crónica.
Fase 1 — Movilidad y control del dolor:
- Movimientos suaves de flexión y extensión sin dolor.
- Ejercicios con toalla o banda elástica para mejorar la circulación.
Fase 2 — Fortalecimiento:
- Trabajo con gomas elásticas en todas las direcciones.
- Elevaciones de talones y apoyo monopodal.
Fase 3 — Propiocepción y equilibrio:
- Ejercicios sobre bosu, cojines o una pierna.
- Saltos controlados y cambios de dirección progresivos.
La evidencia científica (McKeon & Hertel, 2008) muestra que el entrenamiento propioceptivo reduce un 40 % las recaídas.
Prevención de nuevos esguinces
- Calzado deportivo adecuado con buena sujeción.
- Calentamiento previo con movilidad articular.
- Fortalecer peroneos y tibiales.
- Evitar superficies inestables si no se está preparado.
En deportistas con antecedentes, el uso de tobilleras o vendajes preventivos puede ser beneficioso durante los primeros meses tras la recuperación.
Conclusiones
Actuar rápido y correctamente es fundamental. Aplicar el método RICE, evitar maniobras inadecuadas y consultar al médico cuando hay signos de gravedad garantiza una recuperación segura. La rehabilitación y la prevención posterior son tan importantes como el tratamiento inicial.

